Iglesia, invitados, novios, padrinos, sermón, alianzas, lecturas, lágrimas, testigos, enhorabuenas, besos, serpentinas, fotos, limusina, posados, sequito, miradas, alfombra roja, cava, convite, ¡vivan los novios!, tarta, regalos, baile, barra libre... y sobre todo, el triunfo del amor . Estos podrían ser los ingredientes de una boda. La cúspide de parte de una biografía conjunta, con muchas líneas por escribir. Pero el fracaso, a veces es más común que el triunfo. Y no hablamos de separaciones o divorcios. Y es que el amor, a veces, no llega ni siquiera a cuajar. Porque una persona encuentra a otra, pero antes de conocerla más, o acabar enamorándose opta por desaparecer. Por poner punto y final, a una historia que pintaba bien, dejando muchos interrogantes abiertos. Una actitud, tal vez egoísta, en la que puede la razón. Un freno a los sentimientos, que puede ocurrir por múltples causas. Eso sí, los hechos hablan por sí solos. Las palabras, las devora el viento.