Cuando ya se necesitaba calma, a pocos días de acabar el año, quien mueve los hilos, ha decidido que el show debe continuar. Así que removemos la tuerca, y toca hacer kilómetros, y vivir a la expectativa mientras das, por tu parte, una historia casi por finalizada. Y todo se junta en unas fechas "dientes, dientes" como decía la Pantoja: la Navidad. Unos días más falsos que un amigo de Facebook, de sonrisas, cenas absurdas y consumismo rápido. Parece que hasta tomar las uvas, pueden pasar todavía muchas cosas.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Comentarios
Publicar un comentario