Cuando cada día reubicas tu vida, crees que vas dando tumbos. Que no terminas de encontrar tu sitio, y que, tal vez, las decisiones tomadas no han sido las más adecuadas. Sientes que nadie te entiende, aunque también sabes que hay que ser demasiado empático para que alguien se ponga en tu piel. Y es que ni tú mismo sabes hacia dónde caminas. Te sientes atado por muchos frentes, aunque a la vez nada te ata. Nada ni nadie. Porque tienes a una persona en mente, mientras su mente anda por un laberinto que esperas encuentre la salida. Y eso se añade a tu inestabilidad. Un momento de la vida en el que las horas pasan lentas, pero las semanas demasiado deprisa...y todo sigue igual. Bueno, casi todo. El Corte Inglés ya coloca las lucecitas de Navidad, anunciando un próximo fin de año. 12 meses en los que has depositado esperanzas, y en los que han ocurrido cosas. Pero no el gran salto al que tú aspiras. Sigues teniendo un papel secundario en el teatro de tu propia vida, a la espera de algo mejor. Mientras, te propones nuevos propósitos que modificas a la vez que las circunstancias e intentas sacar lo positivo de lo que ocurre. Así, acumulas grandes dosis de adaptación al cambio. Pero quieres que, por fin, tú decidas esos giros, y no dependan de otros.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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