Iglesia, invitados, novios, padrinos, sermón, alianzas, lecturas, lágrimas, testigos, enhorabuenas, besos, serpentinas, fotos, limusina, posados, sequito, miradas, alfombra roja, cava, convite, ¡vivan los novios!, tarta, regalos, baile, barra libre... y sobre todo, el triunfo del amor. Estos podrían ser los ingredientes de una boda. La cúspide de parte de una biografía conjunta, con muchas líneas por escribir. Pero el fracaso, a veces es más común que el triunfo. Y no hablamos de separaciones o divorcios. Y es que el amor, a veces, no llega ni siquiera a cuajar. Porque una persona encuentra a otra, pero antes de conocerla más, o acabar enamorándose opta por desaparecer. Por poner punto y final, a una historia que pintaba bien, dejando muchos interrogantes abiertos. Una actitud, tal vez egoísta, en la que puede la razón. Un freno a los sentimientos, que puede ocurrir por múltples causas. Eso sí, los hechos hablan por sí solos. Las palabras, las devora el viento.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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