Según la Real Academia Española la ambición es el "deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama". Pero yo creo que también se trata de ir en busca de la felicidad. O por lo menos, de seguir un trayecto en el que sientas ese estado. Y es que la felicidad, en sí misma, no es un destino, ni tampoco es eterna. Es efímera, porque nada dura para siempre. Seguramente, tomemos decisiones incomprendidas, complicadas, o que nos hacen dar un inmenso rodeo para llegar a algo, o a alguien, para las que podríamos haber atajado de otro modo, o seguir una línea recta, sin más. Muchas veces la ambición es sinónimo de no optar por el camino fácil, y nada tiene que ver con la definición de la RAE. Pero querer diseñar tu propia vida, y no cerrarte a aquello que te pueda venir impuesto, puede resultar, para muchos, ambicioso. Otros te dirán que no sabes lo que quieres. Y tú mismo, asumes que vas dando tumbos. Empujones que, antes o después, mejor o peor, te van aproximando a donde anhelas. Y no quieres poder, ni dinero, ni fama. Es una ambición atípica. La ambición de complicarte la vida, intentando ser feliz según tu propia filosofía. Un laberinto en el que entras y sales, y del que sales y entras. Porque la ambición es inconformista, y siempre quiere más.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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