Ojeo novelas en la FNAC del Triangle protagonizadas por personajes desequilibrados para mi lectura veraniega. Pero mi atención se detiene en un libro de auto ayuda que lleva por título "Cuaderno de actividades para olvidar a tu ex". Y en la portada, porque es lo que toca, un corazón roto. No, no me lo he comprado. Pero la foto ya está subida a Instagram. Por cierto, alguien me preguntaba el jueves por qué me gustan tanto las fotos. Ya son más de 300 subidas, en menos de un año. En una afición compartida que empezó en un autocar con destino Rosas. El jueves, por otra parte, otra persona me decía, tajante, que "lo mejor que te puede pasar en esta vida es que tu pareja te deje". Cuestión de perspectiva, sin duda. O ya puestos, del filtro de Instragram con el que se mire. Supongo que no opinará lo mismo el gilipollas del cura al que tuve que soportar en un bodorrio zaragozano; "llegáis ante Dios con corazones de novios y saldréis de esta ceremonia convertidos en corazones de esposos". Ahhh, ¡en fin! Y siguiendo con los corazones, ese símbolo que ha estado vetado mucho tiempo en mi vida, Anne Igartiburu, cuyo programa rosa cumplía esta semana más de cinco mil emisiones, declaraba que "me he sabido adaptar a los tiempos". Supongo que la adaptación al cambio, tan necesaria en mi profesión, está ligada, de alguna manera, con el "aquí y el ahora". Sí, soy muy pesado con el "aquí y el ahora" pero me lo tengo que repetir como un mantra. Antes, para no anticiparme al futuro. Ahora, para no echar la vista atrás y quedarme con una parte del pasado. Claro, con la que me interesa. ¡En fin! Al final, una de mis adquisiciones literarias ha sido "Estoy mucho mejor". Os dejo dos frases de la contraportada; "a veces la vida pesa demasiado" y "ésta es una historia que habla de todos nosotros, de cómo con pequeñas metas podemos lograr grandes cosas". Por cierto, la novela "La luz de Candela" que compré el Sant Jordi de 2014 comienza así "a veces la vida me viene grande". Y yo que soy mucho de vetar, creo que Sant Jordi, San Jorge para los maños, será un día a eliminar del calendario. Y una vez más, yo sé lo que me digo. ¡Porque Jordi, Jorge y su puta madre llevan dos añitos que tela!
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Comentarios
Publicar un comentario