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Cierro expediente

Alta del recurso. No pudo ser. A veces, tenemos poco margen de maniobra para intervenir. Somos, como me dijo una psicóloga recién aterrizado en Barcelona, "obreros de la farsa social organizada". Otras, sin embargo, son las personas a las que atendemos las que no se dejan ayudar. Y hay que dejarlas ir... Y cerrar expediente. Hoy, viernes, 31 de julio. Porque mañana empieza agosto, el mes en el que, a pesar de los años de crisis (a todos los niveles) parece que el mundo se paraliza. Incluso, que los trastornos mentales "se curan". Y eso que, de adultos, ya no tenemos esos largos veranos de la infancia. Unas vacaciones escolares como las de mi primo Víctor que, como me recordaba el otro día por teléfono, son de 81 días. Este año, yo sólo tendré 15. Un paréntesis antes del imprevisible septiembre. Y ya en la dinámica vacacional, cierro temporada. El curso empezó con una pecera de cristal en la que he ido echando post-it de colores con momentos positivos del día a día (habrá que releerlos), un concierto de Camela, una visita zaragozana y un soplo de aire fresco. Un pasado reciente de luces y sombras. Un trayecto compartido, sobre todo, con los amigos/as que siguen estando ahí. Con quienes seguir exprimiendo la vida. Una vida que gira tanto o más que la noria del Tibidabo, mientras aprendes que no controlas nada y te esfuerzas por centrarte en el "aquí y ahora". Un recorrido al que se han incorporado personas y al que, esperas, lo hagan más. Aunque sea con un rol diferente al primitivo. ¡Feliz agosto!

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