Otro agosto más, he cubierto parte de la guardia en el ayuntamiento para el que trabajo gobernado por un partido más clasista, que socialista. Días de tensión y de risas que, fuera del despacho, comenzaron con una sesión fotográfica y finalizaron con un encuentro fuera de sábanas, de paseo, terrazas y confidencias. Hoy domingo, 31 de agosto, y aniversario de la muerte de Lady Di, visibilizadora del VIH/SIDA, tecleo tras asistir a una ruta por el Raval de Barcelona sobre la prostitución trans. ¿Se puede ejercer libremente la prostitución? ¿Qué les ha llevado a ello? Y a ti, ¿qué te ha llevado a escoger tu oficio? Vender tu saber, tu saber hacer y tu saber estar por una nómina infame, ¿no es prostitución? Cada cual que haga con su coño, con su polla y con su culo lo que quiera. Como dijo Violet. "existir es luchar". Porque la sociedad no es tan abierta como parece, ni de mente ni de piernas, y la disidencia tiene un elevado coste de oportunidad. Personalmente, pienso que en la vida hay que posicionarse. Que no se puede sobrevivir de puntillas, que no vivimos en el país de la piruleta y que, como dice Luis Rojas Marcos "la coherencia es el puente levadizo que nos conduce a la felicidad". ¡Mala época para la congruencia! Mañana, 1 de septiembre: depresión post vacacional para muchos, días de objetivos que no se cumplirán para otros, vuelta a la rutina aburrida para la mayoría. Mi lema como Coach es "el cambio empieza en ti". Y releyendo "La vida empieza cada día", de Anne Igartiburu, me quedo con el siguiente párrafo: "No importa lo que sucedió ayer. No importa lo que nos espere mañana. Hoy es una hoja en blanco que sólo tú puedes escribir...". Hace años, cuando estudiaba Periodismo, un redactor habló de la primera promoción de la Universidad de Zaragoza, de la que formé parte, como "La generación del papel en blanco". Yo prefiero teclado versus boli y libreta, y este es mi objetivo de la nueva temporada que nunca acaba: escribir para reflexionar, compartir y quien sabe, tal vez, algún día, publicar.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q...
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