No quiero ser padre. Pero si tuviera niños/as no creo que fueran al colegio. Tal vez, pasar catorce años en un centro religioso es motivo suficiente para argumentar mi postura. Una secta en la que escuché aquello de "no vas a llegar a nada". Como si en la adolescencia uno supiera cuál es su camino... Albert Espinosa declara, y suscribo, que "en el colegio faltan asignaturas que hablen de amor, de vida, de sexo, de solucionar problemas emocionales y de entender que moriremos". Es decir, la educación formal sirve de poco. En el monasterio budista, en el que celebré mi cumpleaños, explicaban que en Occidente no interesa hablar de la muerte. Y eso que la muerte empieza a la vez que la vida. Van juntas de la mano, pero nadie nos prepara para ello. Nadie nos educa en la vida. Y a lo largo de la vida sufrimos pérdidas. Incluso pérdidas que dan paso a algo mejor, o pérdidas que no vivamos como tal. Pero la vida está programada para seguir adelante, no permite bajarnos siquiera por un instante. Una vida circular que nos gobierna a su antojo, en la que damos pasos que, aunque no siempre nos llevan hacia donde nos gustaría, nos hacen avanzar...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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