Comprar el diario Público a mitad de mañana en las papelerías de Zaragoza es misión imposible. Y estamos hablando no de kioskos del extrarradio. Dicho periódico, de información general y de pago, que nació el 26 de septiembre de 2007, cuenta con un promedio de tirada superior a los 122.000 ejemplares, según la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD). Pero el número que llega cada día a muchas tiendas parece ser ínfimo. Por lo tanto, o sigues pateando, lo lees por Internet o te cabreas y pasas. Y es que en plena crisis del Periodismo, no es buen síntoma que los lectores acudan al kiosko y no puedan adquirir su publicación habitual. Porque opciones hay más, pero nada tiene que ver, por ejemplo, la línea editorial de El País con la de El Mundo. Como tampoco tiene el mismo sabor el Nestea que el Lipton. Aunque lo ignoren algunos camareros.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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