
Patricia Gabancho escribe en
El País sobre la Rambla del Raval, de Barcelona. Un interesante retrato del que destaco el siguiente fragmento. "El barrio está lleno de antros, cafés, bares, restaurantes, tiendas, espacios, músicas, mezclas, con ese punto de exotismo canalla que no lo abandona ni a las puertas del hotel de lujo que lo atalaya. Pero la realidad se impone: media población del Raval no sale nunca del Raval. Exactamente como antes de la reforma, pero ahora otras gentes. El Raval es un callejón tapiado. Un callejón excitante y dinámico, con vida propia, pero al mismo tiempo sucio, desgobernado, excesivo, peligroso en las esquinas nocturnas, plagado de miseria y esperanza, de vómitos y orines, de expectativa y de buena vida, de locos y de putas, de amistad y odio, de recelos y opresiones. Plagado de vida en el sentido amplio y duro de la palabra". Un chute de otra realidad muy cerca de nosotros.
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