Necesito algún lunes al sol. Septiembre, el inicio de la nueva temporada, está siendo intenso. Y como siempre hay una primera vez, hoy aporto mi testimonio en una comparecencia en la que se juzga la capacidad de obrar de una persona. Y saldrá la sentencia... Sentencias a las que todos nos enfrentamos. Aunque no sean dictadas por un juez. Decisiones que alguien toma por nosotros. Y que tenemos que asumir, ya que se ejecutan de manera inmediata, sí o también. Sin duda, con mayor rapidez que, parece, el partido vencedor en las elecciones catalanas pueda declarar la independencia. Sentencias a las que no cabe recurso. Sólo cabe aceptar la derrota y valorar que, durante el proceso de defensa, sacaste uñas y dientes.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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