Hay tardes en las que no sabes qué se ha propuesto ofrecerte el destino. Y para ti, tal vez, sea una tarde más. Otra tarde que sales del curro hasta el mismísimo coño y en la que continúas con tu rutina. Pero algo o alguien se cruza y tu trayecto da un giro. Y entonces, levitas sonriente en un caos mientras tu estomago se anuda ante la expectativa. Porque en ciertos momentos, ya toca que algo salga bien. Bien o mal son conceptos a debate, pero hoy paso. En ciertos momentos, toca que llegue algo que te mereces. Que te rompa los esquemas. Porque tú creías que nunca lo podrías experimentar. Pero no estabas en lo cierto. Puede que tardara, pero ahí está. Inesperado, fluyendo, dejando a la mente en un segundo plano. Aunque nada es eterno. De hecho, no podemos obligar a otro a estar donde no quiere, no puede o no sabe hacerlo. La vida es como aquel juego infantil de las sillas musicales. Constantemente, tenemos que buscar nuevo asiento. Y aunque sea una silla verde, como esa en la que me senté aquella tarde en la Rambla del Raval, también puedes perder el juego. Eso sí, las derrotas también pueden de colores.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
La vida siempre nos sorprende...porque es eso...vida....y su fuerza nos traza el camino. Después decidimos si caminamos, nos paramos, o escogemos una nueva ruta....pero ahí sigue estando ella... Llevando la batuta....
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