De exámenes. Así seguimos. Claro está, con muchas ganas de acabar. El lunes, 8 de junio, los compañeros de Periodismo, se examinaron de "Historia de la incompetencia actual", porque historia del mundo poca hemos aprendido. Una asignatura propia de los créditos ECTS (Estudia Cabrón Tú Solo) que la convirtieron en un calvario de los que no se sufren ni en la UNED. Tal vez, y para evitar una sangrienta carnicería en forma de calificación, haya que recurrir al aprobado general. Y si no, en septiembre, suspendidos y no presentados, nos encontraremos. Por otro lado, esta semana Heraldo de Aragón publicaba que las plazas en Periodismo no aumentarán. Así que se mantienen en 60. Muchos alumnos, por tanto, se quedarán en lista de espera, desde las distintas opciones de acceso. Y si hay algo que no es lógico, es que para FP se oferten 12 plazas, y para titulados 2. ¡En fin! Asimismo, Periodismo es una de las titulaciones cuyo coste por crédito es de los más elevados: 19,43 euros. Sólo es superada por aquellas, como Medicina, que cuestan 21,88 euros. Así que, lo suyo sería contar con los medios radiofónicos y televisivos necesarios. Aunque se pague el 12% del coste real del grado, supone 7,76 euros más por crédito, que los de la titulación más barata. Y seguimos en la semana de Selectividad. En el intento de muchos estudiantes por entrar en la mayor fábrica de paro. Porque ¿que carrera tiene, hoy por hoy, salida profesional? Mientras tanto, bibliotecas llenas, cuyas plazas, una vez más, también ocupan los que estudian en la Universidad de la Iglesia, pero que hacen uso de las instalaciones de la pública. ¡Qué cosas!
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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