Decían que ayer era el día más triste del año. Según esta gilipollez, ¿no tendremos días peores en lo mucho que resta de 2016? Tras una mañana soporífera, me activé en un taller sobre cambio laboral. Más que nada, por el café compartido con un trabajador social recién titulado proveniente del mundo de la moda. En mi caso, el interés profesional por el ámbito social (según el correspondiente test) sufre un recorte del 50% respecto a mi última búsqueda titánica de trabajo, allá por 2012. Pero, ¿no se desvirtuó el objetivo?
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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