Una vez más, releo para teclear. Y comienzo rescatando una pregunta de mi post anterior: ¿hay algo que te haga no plantearte nada más? Y lo había, pero no era real. Balazos que llegan a la mente. Por suerte, la razón no venció a la emoción. Jugué, como la madrastra de Blancanieves al "espejito, espejito". Pero no por guapura, sino por ilusión y sonrisa. Y cuando todo parecía encauzarse, nos fuimos a publicidad. Un stand by conocido ante el que decidir cómo actuar. ¿De la misma manera o necesito algo diferente? Como Coach insisto: el cambio empieza en ti. Es decir, ante una determinada situación yo también puedo hacer o decir. Por ahora, no sé si estoy en la misma serie y, mucho menos, no sé si estoy en el mismo capítulo. Desde mi coherencia, hechos y palabras circulan en direcciones opuestas mientras la actualidad hace que se ponga el foco en la independencia de Cataluña. Pero, ¿qué le cuento al cepillo de dientes negro que hay en mi baño? Para mí, resulta mas simbólico que la bandera que pueda colgar de cualquier balcón. Este fin de semana, estuve a punto de traerme la de La Rioja, pero de colocar alguna sería la del dejarse llevar. Y sería roja, ya que dicho color simboliza el presente.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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