No sabía qué contarte en mi post anterior. A ti, cepillo de dientes negro te dedico estas líneas. Te dejaron en mi baño, una mañana de jueves. Creo en los símbolos. Y tú lo eras. Representabas una historia que se encauzaba. ¿Fue un error etiquetarla? Las palabras se las lleva el cierzo, ¿pero dónde se queda la emoción de los hechos? Te descubrí por sorpresa. Tras un beso, una mirada feliz y un encoger de hombros infantil antes de entrar en el ascensor, tras verle desde mi ventana como se alejaba para llegar, por primera vez desde mi casa, hasta su trabajo. Volvió al dia siguiente. Pero no sobrevivimos a un lunes festivo. No era una pausa publicitaria sino un punto y aparte. Recuerdo que dijo "no se puede dar una capa de pintura hasta que no se ha secado la siguiente". Y a ti cepillo de dientes negro, ¿qué podía decirte? Tan sólo recibía asépticas respuestas de WhatsApp. Las expectativas corrían de mi cuenta. Viajé 1000 kilómetros el fin de semana, y volví como espectador. Pero no quería ese rol. Tomamos café en el mismo lugar que lo hicimos tras dormir juntos por primera vez. No dije nada. Pensé que seguíamos en la misma serie. Pero el sábado no me sentía yo. Necesitaba expresarme. Con la dificultad que conlleva preguntar algo y que la respuesta sea "perdona, no sé de qué me estás hablando". Rebobiné. Y me cuesta teclear. No puedo hacerlo con una secuencia cronológica. Pienso en la Diada y me duele. Cerrar un capítulo libera pero también decepciona. No estamos en la misma serie, la trama es otra. Y le hablé de ti, cepillo de dientes negro. No entenderé el cambio de guión en 72 horas. Ahora, eres tú el que esperas. Tienes que volver de donde viniste, porque no quiere que estés aquí. Yo te llevaré. Pero tienes que esperar. Las piezas de mi puzzle tienen que volver a encajar...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Se equivoco. Te dijo que una capa de pintura no se aplica sino al secarse la siguiente...se equivoco porque debe secarse la anterior. Y siempre es práctico poner un tapaporos, limpiar y preparar la pared. Es un trabajo solitario y paciente. Un trabajo para soñar y imaginar cual será el color que quieres dar a tu vida...no siempre encontramos pintores cualificados....pero podemos aprender a pintar....
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