Te escribo por última vez. A ti, cepillo de dientes negro. Te devolví. Me hizo mucha ilusión encontrarte, pero él no quería que estuvieses aquí. Fue un espejismo... Una estancia breve. Amor líquido, podría definirse. Te devolví con una caña y una ración de bravas, aparentemente, como si nada. Con la indiferencia de oir pero no escuchar pero también con la certeza de que era un buen candidato a no sé muy bien qué... Porque no hubo tiempo para votar. Me da rabia tener que, porque es un "tengo que" volver al mercadillo de los perfiles. Nos basamos en una foto, pero rescato una frase que en otro tiempo leí: "la belleza que atrae raramente es la belleza que enamora". Necesito coger ese avión. O varios aviones, mejor dicho. Tomar distancia, sentirme cuidado y explorar nuevos paisajes. Vorágine que no cesa. Tampoco hace falta. Recordatorio de pasado laboral, paseo playero con una Mosso d'Esquadra (con la que está cayendo), formación con la psicóloga de Operación Triunfo, consejero de amor lésbico, café en Sagrera, cena y puesta al día, una propuesta de ensayo y soluciones intermedias con Zaragoza como escenario.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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