Apuro el segundo café de la mañana, mientras mi casa huele a manzana y canela. Acabó febrero. Mes en el que recibí una visita que necesitaba conectar con el mar, tras un desengaño amoroso. Mes en el que se materializó un proyecto amenazador, que supone una distancia física temporal. Mes en el que un AVE me permitió huir durante 48 horas. Mes en el que le dí una segunda oportunidad al gym. Mes en el que comencé el repaso de la línea de mi vida, con anotaciones a bolígrafo de tinta rosa. Mes en "modo reflexión" versus quedadas encadenadas. Mes en el que conocer lugares cercanos. Mes en el que ella ha vuelto a recargar pilas en Barcelona. Mes en el que comenzar la lista de "nuevas experiencias". Mes que ya ha pasado. Porque, al igual que el título del libro que estoy leyendo "también esto pasará". Sí, habla del duelo. Por cierto, mes en el que piso un hospital no como familiar o paciente, sino como trabajador social. "La vida en un hospital va más deprisa que fuera, que las mechas se consumen más rápidamente, que vida y muerte, como el Correcaminos y el Coyote de los dibujos animados, celebran carreras enloquecidas por los asépticos pasillos, esquivando, frenéticas y excitadísimas, a las enfermeras y a los visitantes, derrapando y jodiéndonos la vida" (Milena Busquets).
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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