Desayuno en "La vida" de la Magdalena, sin saber aún que el vuelo se retrasaría una semana. A mí, un Alvia madrugador me vomita a Barcelona en un lunes en el que me dan una carta que tengo poderes para recibir, y en el que me llaman para plantearme un retorno allá de donde marché hace 4 meses. Vuelvo a casa más tarde de lo que pensaba. Al día siguiente, más. Clase de "cycling life". Más que "life", "sobrelife". Miércoles; masaje y reencuentro irlandés. Rajando de la vida con tapitas en Poble Sec. Y el jueves, un amanecer a oscuras. ¿Y si hacemos un blog desde el taller de escritura creativa? Y pienso estos días que no me arrepiento del cambio, pero que no es como esperaba. Creo firmemente en el parón. Mientras tanto, volvemos al bucle anual de la elección de las vacaciones y el fantasmagórico agosto. ¡Bona nit!
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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