"Probablemente, nadie sienta la necesidad de cuestionar la manera en que llegó a la vida del otro", frase que aparece en la novela a la que di carpetazo el sábado. Días antes, debatía con amigos sobre si "queda mejor" decir que te has conocido por una App o Internet o, por el contrario, si lo suyo sería hacerlo desde lo cotidiano; en el café donde desayunas, en el largo trayecto de metro, descubriendo un supermercado, en los vestuarios del gimnasio, a través de amigos... Lo cierto es que no lo eliges, ni deberías poner expectativas de dónde puede ocurrir. La "chispa", como dicen en First Dates, está aguada. Pero abres el ojo, y comienzas la semana en Instagram. Y de repente, la endogamia de las galerías fotográficas te lleva a que tú repases mentalmente esa quedada afónico, un paseo en moto hasta Gracia o, incluso, algún enredo entre sábanas. Hilos sueltos de historias que tuvieron inicio y final, prácticamente, al mismo tiempo. Y enlazo con otra frase: "creemos, a veces con error, que el modo aventurero hay que sacarlo únicamente cuando vamos de viaje e incluso, dependiendo sólo del tipo de viaje". ¿El día a día no lo es suficiente? ¡He dicho!
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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