Barcelona se manifiesta a favor de los refugiados. Contradicciones de una urbe que no se caracteriza por su hospitalidad. Impersonal aunque con muchas posibilidades. Como tomar café dentro del H&M más grande de Europa. Y es que, aunque suene a capitalista, también lo añado a las nuevas experiencias. Por cierto, foto para Instagram de la vida en directo. Antes, vermut zaragozano en el Raval. Ya sábado tarde. Tranquilidad casera. Escritura, aroma a sándalo, una infusión "todo está bien". Alguna llamada. Y recapitular las últimas horas. Pararse, escucharse, observar con distancia. Cruzarse con una bicicleta que atraviesa el barrio. Nexos que no son tal. Buscar mi sitio en el gym. Y seguir descubriendo. Trenes de cercanías que te llevan a nuevos parajes. Tal vez, improvisados. Tras sólo ojear unas cuantas imágenes en Google. Y ver el mar. Tan cerca y olvidado. Porque las distancias las marcamos nosotros...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Comentarios
Publicar un comentario