Desayuno con una periodista a la que voy a buscar a la puerta de una clínica. Y nos entendemos. Muchas veces, nuestra vida está en el AVE. Ayer, cogí un taxi a lo Mónica Naranjo y perdí las gafas naranjas con las que comencé los 32. ¡Las he recuperado! Iba a una visita fugaz a urgencias, el tiempo suficiente para el despertar de los fantasmas. Y hoy, tomo café con vistas al símbolo de Zaragoza: la basílica del Pilar. Me explica, aunque prefiero no entrar en detalles, que ha sufrido una ruptura tras cuatro años y medio de convivencia, y que ése es su nuevo hogar. Mañana, vuelvo a la Costa Brava. Allí estuve con Judith hace dos veranos. Visité Rosas, localidad a la que volvería tan sólo un mes después con otra compañía. Allí abrí mi cuenta de Instagram y, desde hace 24 meses, ya he subido 600 fotos. Las imágenes reflejan momentos felices del pasado. Pues nada, a hacer la maleta. Necesito "abrir los ojos y mirar". Cambiar de escenario para palpar la esencia de las vacaciones, Aunque, entretanto, esté inmerso en un proceso laboral.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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