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Reparator

Una compañera se convierte en Reparator, el medicamento de los corazones rotos. Del mismo color que un Mon Chéri, el fármaco sólo puede tomarse tres veces en la vida. Si abusamos, tiene la contraindicación de enamorarnos a diestro y siniestro. Pongamos que lo tomas por primera vez. Se supone que el efecto es inmediato. Por tanto, nada de trabajar el duelo en una terapia. Es más, aunque veas a tu ex ya no sentirás nada. ¡Así de fácil! Y os preguntaréis, ¿se puede llevar una improvisación teatral a la realidad? Tal vez, las empresas farmacéuticas acaben creando un preventor de los "yo no te convengo". Mientras eso ocurre, las redes que nos atrapan, que nos conectan, que nos exponen, te muestran un perfil por el que empezó todo. Y que sigue ahí; con una foto que nunca te expresó nada, con información desfasada pero con visitas actuales. Porque nunca le dio a "delete". Y le escribes un WhatsApp porque hay buen rollo, porque es absurdo negar las evidencias y porque romper forma parte de la vida (aunque te joda) y volver a construir también. 

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Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q...

Gira el mundo, gira

Recupero la contraseña de este blog. De esta forma, podré cumplir uno de mis objetivos incumplidos antes de llegar a los 41: volver a escribir. Los otros tienen el stick verde desde hace meses: retoque facial y aprender francés. El nombre de esta página es premonitorio: "Algún día seré periodista". Comencé a postear en 2009 y, un año después, decidí abandonar Periodismo. La última entrada es de diciembre de 2017, tras un viaje a Tailandia. Teclear es terapeútico, pero apenas lo he hecho este último tiempo. Muchas, muchísimas líneas que se han quedado en el tintero y que formarían capítulos repletos de dolor y gloria, como el título de la película de Almódovar. Ocho años sin publicar, ocho años sin apenas utilizar la pluma para canalizar emociones, ocho años en alerta ante la enfermedad del olvido.  Agosto de 2025. Vuelvo al trabajo, tras unas semanas descubriendo Francia y varios días turisteando en mi ciudad de acogida. Es lunes. Por la tarde, tengo una sesión fotográfica e...

Se acabó la guardia

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