Cataclismo el último domingo de octubre. Una imagen de película de Almodóvar. Dos amigos; él en el box de un ambulatorio de urgencias con un posible cólico nefrítico. Ella, llorosa. Se acaba de romper su relación de pareja. Y es la segunda ruptura en seis meses. Con el Informe de alta terracean en el Raval. Hoy, también aportan su punto a este barrio "especial y especiado" como lo denominaron hace no mucho en un freetour. Y ella se pregunta, ¿cómo estaremos dentro de un año? Y tiramos de la manta. Es decir, rebobinamos en el tiempo como dos abuelas haciendo ganchillo. En mi caso, retrocedería un año atrás. Pero las castañas están rancias y, como todo aquello que no está en buen estado, me dejarían mal sabor de boca. ¡Y es que todo no se puede! Siempre hay sumas pero también restas... ¿Y si multiplicamos?
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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