Canta Melendi que septiembre, imprudente, todo lo barre. En el ámbito laboral no siempre es fácil aplicar el "aquí y ahora", pero sí que puedes hacerlo si quedas en el Raval y acabas en una gandula viendo "cine a la fresca" sin tener ni guarra de la película que proyectarán. Aprovecho estos días para, ante la anunciada mudanza, que supondrá un cambio de trayecto, hacer limpieza en el despacho. Y ojeo unos apuntes que tomé en unas jornadas en Sant Pau que dicen: "para un segmento de la población, los trabajadores sociales somos sus únicas relaciones estables". Y estoy de acuerdo. Pero de vez en cuando, hay que activar el modo off. ¡Porqué bastante tenemos con nuestra propia vida! Hoy, en el momento café, una compañera me decía "es que a ti te pasan muchas cosas, lo llevas muy bien". Y de ahí, a la carcajada. Pues sí; estar sentados al otro lado, nos sitúa, para las personas a las que atendemos, en la zona de confort. Pero es un espejismo. También cambiamos de lugar. Nos levantamos y nos caemos, asumiendo que el día a día es un coste de oportunidad. Y para comenzar la quincena, sin rol social, os propongo bailar al ritmo de Víctor Sandoval. Y ya sabes "olvídate de todo, congela a Nacho Polo".
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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