Puntual, a las 10 de la mañana, comienzo una entrevista de acogida. Mientras voy preguntando de manera casi guionizada, me asalta un pensamiento automático. Y se va al pasado. Y lo relaciona con material que mi compañera Raquel utiliza en un taller de iniciación. Esta palanca pensante se acciona del futuro al pasado, o viceversa. Pero te jode el "aquí y ahora". Continuo explorando la historia de vida de la persona que tengo enfrente. Mi móvil está en el despacho. Y mientras doy por finalizada la conversación, una amiga me escribe por Whatsapp para explicarme que la ingresan en una planta de psiquiatría. ¡Vaya con la mente! ¡Sigue en el trono de la vida de tanta gente! Y cuesta separar; cuerpo - mente o mente - emoción. Porque es demasiado sencillo clicar en ese pensamiento automático que se asoma como un banner en la pantalla del ordenador. Porque la mente tiene memoria y puede hacernos darle vueltas a lo que fue o será. Pero nada existe. Del pasado, a quedarse con lo positivo. Y el futuro, a improvisarlo. Y en el "aquí y ahora" a echar mano de algún ibuprofeno porque la mente, el cuerpo o ambos ya barruntan vacaciones pero cuesta visualizarlas...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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