El C es el nivel de catalán que la Generalitat de Cataluña exige para la gran mayoría de convocatorias de empleo público. Un conocimiento que bien hay que demostrar documentalmente, o bien mediante examen. Y si no lo posees o no lo superas, quedas eliminado directamente. Aunque el proceso conste de más fases. Incluso aunque se trate de una simple bolsa de empleo, de la que nunca te llamen. Como no soy catalán, tengo otra visión del asunto. Por un lado, se da por hecho que todas aquellas personas que pueden demostrar el "titulito" manejan el idioma a la perfección, cuestión que no siempre es así. Por otro, en las convocatorias, se incluyen pruebas de lengua castellana para aquellos aspirantes que no tienen la nacionalidad española. Igual que con el catalán, se da por hecho que todos los españoles somos eruditos de la lengua, aunque haya quen no distinga la b de la v. Seguramente, podría montarse de otra manera. Por ejemplo, en el País Vasco saber euskera da puntos pero no elimina. No defiendo el catalán, obvio. Sólo me resigno ante la instrumentalización que se hace por parte de la política.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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