Domingo, primera hora de la mañana. Acompañar a Sants a cambiar un billete de tren por motivos médicos, pone la guinda a ocho semanas en las que el principal paréntesis han sido dos horas de escritura creativa. Y han dado para mucho. Para todo excepto para el relax. De bueno, regular y malo. De una "doble vida" o de algo en tu vida que casi nadie sabe. De encajar en la habitualidad del día a día. Porque normal, ¿qué es normal? Sin duda, comunicar bien, o aprender a hacerlo, puede amortiguar mucho los acontecimientos vitales. Principalmente, aquellos que aparecen, reaparecen o que se quedarán un tiempo, tal vez, más del que desearas. ¿Dónde está el botón stand by? Quiero apretar o, mejor aún, rebobinar hacia atrás...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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