Lucía Etxebarría dice que "la sociedad occidental está plagada de yonquis del amor". Pero esta adicción será difícil de superar si te quedas con preguntas sin respuesta. Y así, cerrar el círculo, se convierte en un círculo vicioso. Un bucle, un patrón, un repetir en fijarse en quien no se debe. En quienes no asumen su propia realidad, les pueden sus inseguridades o tienen una personalidad evasiva. Los enigmáticos por qué son fruto, también, de una sociedad que se comunica mediante redes sociales, pero a cuyos miembros les supera el cara a cara. Porque a veces el real y el virtual, son mundos opuestos. Mundos que viven en tempos distintos, y cuya fusión parece tan imposible como la del agua y el aceite.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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