Desde que Ikea llegó a redecorar nuestras vidas, los hogares también son víctimas del fenómeno de la globalización. De hecho, es frecuente visitar una casa y comprobar que, al igual que en la tuya, su morador tiene el mismo felpudo en el recibidor, la papelera roja de plástico, la mesa auxiliar negra, la cajonera blanca, las tazas verdes del desayuno, el cojín en forma de corazón, el nórdico de rayas azules y moradas, las toallas de mil y un colores... Y comprar en Ikea, parece sinónimo de moda. Múltiples son los anuncios inmobiliarios en los que se destaca, como valor en alza, "diseño o decoración tipo Ikea". Pero la marca sueca, tiene también horrores en sus establecimientos...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Aquí Ikea triunfa porque los pisos se alquilan vacíos completamente, y los estudiantes no tienen pasta para gastarse en amueblar bien cada piso al que van....
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