Belén Esteban ha protagonizado los titulares de los diarios, y de los informativos televisivos, durante este fin de semana. "El Defensor del Menor actúa para proteger a la hija de Belén Esteban y Jesulín de Ubrique" (El País 11/09/09), "El Defensor denuncia la utilización de Andreíta" (El Mundo 12/09/09), "La guerra de Belén Esteban en Sálvame hace intervenir al Defensor del Menor" (Heraldo de Aragón 12/09/09). ¿No debería preocuparse Arturo Canalda, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, de la infancia realmente maltratada? Hay niños/as que viven en situación de riesgo, que esperan a ser acogidos o adoptados, que permanecen en centros cuya intervención educativa es más que dudosa, que son obligados a trabajar, que no están ni siquiera escolarizados... En los Servicios Sociales que, supuestamente, protegen al menor, hay expedientes a los que se tarda meses en darles curso. Y dentro de cada uno de ellos, aparece la realidad de un niño indefenso. ¿A qué viene esta caza de brujas contra la Esteban? ¿Es la única famosa que habla y/o vive de su hija? Creo que la labor de esta institución ha quedado a la altura del barro, al preocuparse por algo sin sentido. Un tema, por cierto, que hace subir los índices de audiencia y que, en plena crisis periodística, ha hecho que se vendan más periódicos, ávidos de información de la diosa catódica.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
eres fan de la esteban?
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