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Información, información...

El mundo es un pañuelo... y Zaragoza un moco pegajoso. Tirando del hilo, las conexiones entre personas se multipican, y desde redes sociales, como Tuenti o Facebook, se disparan. ¿Y qué ocurre? Que tienes información, información... de unos y de otros, de otros y de unos. ¿Veraz? No siempre. Pero si es algo que hubiera sido mejor no saber, te condiciona. Intentas atar cabos, utilizar más fuentes, contrastar lo que te han contado, valorar otros puntos de vista, analizar e interpretar... hasta que sacas tus propias conclusiones. Y te das cuenta de lo complicado de la objetividad. Imposible si hay implicación emocional. Y asumes, además, que siempre hay "porteras baratas", "mariquitas malas" o topos que traen y llevan a su antojo, porque su vida es tan triste que la ajena les sirve de entretenimiento. Y esto es el mundo real, el día a día. Pero luego somos tan hipócritas que nos echamos las manos a la cabeza de lo que ocurre en Gran Hermano. ¡Ay, no! ¡Qué nadie lo ve!

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