Los periodistas cuentan historias. Algunas les llegan a través de personas cercanas. Pero tal vez lo que éstas les transmitan nunca vean la luz. Aunque sin duda tienen interés humano. Vivencias que hacen que a alguien le parezca estar viendo una película. Algo que ocurre, pero que, en teoría, nunca le pasará. Pero no es así. A veces, la realidad supera la ficción. Y no siempre existen los finales felices. ¿Qué hacer cuando las cosas no siguen el curso que prometían? No es sencillo. No es complejo. Es la historia de la vida. Supongo que habrá que resurgir como el ave fénix, ubicarse, reubicarse, y seguir viviendo. También preguntarse por qué, rodearse de los seres queridos, y, en la medida de lo posible, quedarse con lo bueno. Son puntos de inflexión. Son giros de 180º inesperados, difíciles de volver a girar. Es complicado que todo vuelva a ser como antes. Es el presente, condicionado por el pasado y que, sin ninguna duda, marca el futuro. No sirven lamentaciones eternas, consuelos, palabras de ánimo… Nunca están de más. Pero cada uno por sí mismo tiene que salir adelante. Eso sí, son momentos de los que también se aprende. Entre otras cosas, a saber quién está ahí. Y también a sobrevivir en un mundo caótico tejido por una red de relaciones enmarañadas. Porque desde el momento en que nacemos, incluso antes, somos supervivientes.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Ummm me he perdido algo?? demasiado profundo como para que no haya salido de algo que te ha tocado de cerca
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