Tras intentar coger moreno en la Barceloneta, tecleo por si alguien me echa de menos por aquí. Vuela el calendario. Y ya comienza la época en la que la agenda de unos y otras es sinónimo de locura: escapadas, vacaciones, currantes veraniegos... Mientras, yo ya tengo los vuelos a 12.000 kilómetros. Pero todavía queda... Sigue la vorágine aun con reducción laboral. Mi espacio de coaching, por cierto, va cogiendo forma. Y sigue el movimiento en el entorno: retorno de Chile, independizarse, rupturas de pareja, meditación vipassana de 10 días, sexo vainilla, orientaciones ocultas, la enfermedad o la muerte que siempre quieren protagonismo... Yo, mientras tanto, y por aquello de las "nuevas experiencias", tengo pendiente una sesión de fotos, presenté un relato titulado "Tarjeta lila..." al concurso de TMB (con alguna pincelada autobiográfica), escribo WhatsApp a Paterna, rompi una pareja tras una intervención profesional, probé una delicatessen francesa con nombre catalán, Alicia es un nuevo apoyo en la agresiva Barcelona y escuchó en bucle la canción "El será" del nuevo disco de Camela. Y seguro que más cositas, con más o menos importancia, pero el hábito saltimbanqui de escribir es lo que tiene...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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