Ambivalencia sentada en un asiento individual del AVE. Vuelvo de Zaragoza, modo incógnito. Cuadrarse tuvo efecto. Descubro Marianela y visito exposición de desnudo artístico. Tengo ganas de más, tras el posado que hice en exteriores próximos al aeropuerto de El Prat. Y ganas, claro está, de ver el resultado. Mientras, mi piso se reinventa. Salita para las sesiones de Coaching, con esos clientes que espero vayan llegado. Todos queremos cambios, necesitamos objetivos y tenemos capacidades. Humedad insoportable en Barcelona. Y ya comenzó el verano, ya pasó Sant Joan. Tranquilo, sin quemar nada. Sin aviones huidizos, sin bajas médicas por agotamiento... Y escucho en bucle lo nuevo de Camela; "... y el será quien me ayude a olvidar el pasado..." Siempre están conmigo, 20 años después. "Se acabó y te lo voy a dejar bien claro..." Porque no todo caduca, porque no todo es prescindible. Y conecto, aunque disimulo, con cierto momento. Él pensaba que yo no sabia nada. En la medida de nuestras posibilidades, protegemos a quien queremos. Tal vez, haya que cambiar la línea... Y en lugar de transitar por la línea de la vida, o por la línea rosa, haya que abrirse en canal y rebobinar esas tres semanas que, a día de hoy, a veces, parece que no hayan sido ciertas...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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