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Después del último post...

Me rompí al recibir una ballena postal desde Dublín. Personas que, aún en la distancia, sientes cerca. Aunque resulte imposible ese café face to face tan necesario y que sirve para drenar. Al igual que lo fue mi retorno a Madrid. 4 días para "abrir los ojos y mirar", compartiendo una mediación cultural, (con la perdida de tiempo como hilo conductor), callejear por Malasaña o contemplar un atardecer. Y al volver, un trayecto zen en el AVE con anécdota atrevida. Porque hay que tener presente las situaciones y/o los contextos. También leí que una segunda cita es un chiste, "todos sabemos que esa es la verdaderamente importante". Y me fui de Semana Santa a una Zaragoza en la que cambié procesiones por El Tubo, en la que (como cada año) estuve en su cumpleaños y en la que también me dí cuenta que, antes o después, los mitos acaban cayendo. Por cierto, le compro una frase a mi amiga Sofía, "lo único estable es el cambio". Y comencé la "línea gay", a la que vuelvo en 15 días. También un recordatorio: "para no generarse expectativas hay que estar aquí y ahora". Vamos acabando... Alicia en casa, naan con queso, un Sant Jordi diferente y una aparición heterosexual "un poquito más alto", como canta Sergio Dalma, en el mismo lugar de aquella primera cena... 

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Cuando cuesta volver...

Sueño, suspiro, abrir y cerrar de ojos. 21 días intensos. Sensación de no haber ocurrido. Sin tiempo para digerir. Aterrizaje forzoso en la vorágine. Despedidas. Darse cuenta de la importancia del "aquí y ahora". Volver a "todo sigue igual" sin que tú seas el mismo. Querer marchar. Intentar mantener el espíritu "thai" un tiempo. Cuando cuesta volver...

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Aquella marioneta de madera que acabó convirtiéndose en niño es Pinocho. Un personaje de la literatura infantil al que por mentir le crecía la nariz. ¿Y qué se les debería agrandar a aquellos adultos que no dicen la verdad? Por lo general, son personas con baja autoestima que se crean una mejor imagen de sí mismos para obtener la aceptación del resto. Y es más frecuente en hombres. Obviamente, se trata de mentirosos compulsivos. Artistas en mezclar mentira y verdad, de jugar al despiste, de saltar con habilidad de un tema a otro, de hacer pensar que es cierto aquello que argumentan y de enganchar...porque lo misterioso, o lo tóxico, atrapa. Así que, según me han contado, puedes conocer a alguien que dice llamarse Ángel pero a ti te consta que Miguel, que dice trabajar en un cuerpo policial pero resulta que es peluquero autónomo, que dice tener una carrera universitaria pero comete más faltas ortográficas que el más tonto de la clase (y no es excusa el lenguaje sms ), que dice habe