Tecleo desde un Intercity con destino a Irún el mensaje que enviaré felicitando el Año Nuevo. Y llega a sus destinatarios mientras cargo el móvil en la sala de espera de urgencias de un hospital, que no me ofrece mucha credibilidad. Tomo las uvas antes que la cena, con unos presentadores que no conozco. Un chute de intensidad para cerrar un 2016 que hoy, en momento desayuno, una amiga calificaba de "insípido". Yo sólo pido tranquilidad. ¡Qué no es poco! Y paseo por gélidas calles hablando de ambivalencia, de tomar decisiones, de rupturas de pareja... Pido tranquilidad y compartirla con las personas importantes del día a día. Con algunas, por cierto, la relación se transforma. Incluso el amor se recicla, muchas veces, en otra cosa. Por cierto, hoy he escuchado "ahora te entiendo más".
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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