"Volvimos a vernos una noche de sábado; otro país, otra ciudad, otra vida...", porque no sólo los revival son algo que canta Amaral. Y la saturación te invade, sin saber de dónde llega. Pero hay decisiones que ya están tomadas. Y tienes que comenzar a dar pasos para no estar allá donde no quieres... Otras veces, no has elegido; como reflejan esos recuerdos inmortalizados durante 7 meses. Pero esta vez, sí. Tú, que intentas que la coherencia sea el puente levadizo que te conduce a la felicidad, como escribe el psiquiatra Luis Rojas Marcos, pasas demasiadas horas al día en un circo en el que tú no estás tan bien como supuestamente reflejas. Tan sólo actúas al otro lado de la mesa. Y te quedas en shock porque, una vez más, tu vida no está tan lejos de las personas a las que atiendes. Y la muerte ha llamado a una puerta... Mientras, diluvia en Barcelona. Y paseas de noche con un apoyo que se va. Otra más. ¿Quién se queda a vivir en esta ciudad? ¿Me queda mucho tiempo aquí? Pero la vida es puro teatro. Y te llevas a Alejandro a Sabadell. Mola su realidad; es feliz pintando mándalas de color verde.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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