Para cocinar un brownie se necesita un listado de ingredientes y un molde. Sábado, 19 horas. Acudo a una tienda de artículos para el hogar, y no encuentro lo que busco. Pero sí que me encuentro lo que no esperaba. A alguien que no sé cómo se llama, en qué trabaja, y de quien nunca, creo, tuve su móvil. Alguien en cuya casa estuve en varias ocasiones, y que proponía algo más. Palabras y hechos contrapuestos, whatssaps sinsentido, apuesta por algo imposible, y el no saber escribir un punto y final a tiempo.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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