En una entrevistada publica hoy en Gente corriente de El Periódico de Cataluña, Cristina Artamendi, una trabajadora social vasca, de 26 años, cuenta que trabaja con personas con discapacidad intelectual y que "les ayudo a trabajar la autonomía". Estudió Trabajo Social en Málaga, y aterrizó en Barcelona "porque necesitaba un cambio". Comenta que aprendió catalán a los seis meses de estar aquí, pero "me costó el hecho de que no dan el brazo a torcer. En el País Vasco, si no hablas euskera no se enfadan". Respecto a la ciudad opina que "Barcelona es dura, cara y nunca acaba de acogerte. Es más fácil conocer a gente en foros de Internet que en la calle. Yo vivo en Barcelona por el trabajo y, tal y como están las cosas, quizás se acabe. Aunque seas muy bueno, no hay dinero y te echan a la calle". La entrevista la firma Catalina Gayà.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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