Breve paréntesis. Desconexión, a ratos, también del WhatsApp. Porque tengo que poner "tus propias normas y límites". A veces, me siento como la "oficina de resolución de problemas" de parte de mi red social. ¡Y yo, obvio, también tengo lo mío! Tras 4 días tostándome al sol, muy cerca de Barcelona, la necesidad de levantar el pie del acelerador vuelve a la carga. Mientras, mañana vuelvo a un AVE que me transporta a una semana atípica de vacaciones. Ayer, por cierto, volví a ese barrio vecino, a una finca sin ascensor, a un recibimiento en boxer y camiseta, con esa misma fragancia, que aunque no sé cuál es, me recordó a ti... Hoy, hago un acompañamiento al aeropuerto. ¡Los detesto! De hecho, los he evitado este verano. En ese mosaico de vidas cruzadas, también puedes conocer a alguien. ¡Y sin coger vuelo alguno! Espero comenzar agosto descubriendo, y a la vuelta me espera esa jornada de 30 horas, pero también proyectos más emocionantes como Coaching o París.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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