Llega septiembre y su bucle. A nivel laboral, nada nuevo. ¡Ese es el problema! A ver si llega pronto la solución... Mientras, cae el 9 de septiembre; hace dos años de esa foto que, taza de café en mano, hice al arco iris que asomaba aquel martes en el cielo del Raval. Una instantánea, por cierto, que volví a ver en una estantería en el otro extremo de la ciudad. Y llega un diagnóstico. Un nombre que no quieres escuchar. Bebes vodka con zumo de naranja hasta acabar piojo y te desgarras cantando el "dime qué es lo que puedo hacer, cómo te puedo tener, en mi vida..." de Beth, junto a mañas de cabecera. Y te sientes apático, estancado, sin terminar de encajar tu puzzle. Cual cangrejo, retomas la terapia. Y en un evento del ámbito social pero con glamour, te regalan una frase sobre llegadas y tiempos. Por cierto, ¿agua, vermut o cerveza? Tal vez, tengo madera de taquillero. ¡Son 3 euros! El próximo post hablaré sobre ex. Y no, no es lo que estás pensando...
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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