Crisis laboral máxima. ¿Es el trabajo tan rehabilitador como yo lo vendo? En un curso de bioética me decían el lunes que "un trabajo puede crearte un trastorno que no tienes". Trabajo en un recurso en el que no creo. Trabajo en una empresa que no me gusta. Trabajo con las peores condiciones laborales que he tenido nunca. Trabajo "de lo mío" (algo a lo que daba mucho valor tiempo atrás), pero ahora me considero un "obrero de la farsa social organizada" y un "robot desencantado con la profesión". Y no, no son frases mías. A nivel social, el concepto "trabajo" tiene un halo romántico. Pero, hoy en día, trabajar y ser pobre es compatible. Me preguntaban esta semana si aceptaría un despido pactado. De alguna manera, somos esclavos. Y ser conscientes y vomitarlo, también es terapéutico.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Está bien detectar los problemas...el siguiente paso es buscar las soluciones...
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