Aquella marioneta
de madera que acabó convirtiéndose en niño es Pinocho. Un personaje de la
literatura infantil al que por mentir le crecía la nariz. ¿Y qué se les debería
agrandar a aquellos adultos que no dicen la verdad? Por lo general, son
personas con baja autoestima que se crean una mejor imagen de sí mismos para
obtener la aceptación del resto. Y es más frecuente en hombres. Obviamente, se
trata de mentirosos compulsivos. Artistas en mezclar mentira y verdad, de jugar
al despiste, de saltar con habilidad de un tema a otro, de hacer pensar que es
cierto aquello que argumentan y de enganchar...porque lo misterioso, o lo
tóxico, atrapa. Así que, según me han contado, puedes conocer a alguien que
dice llamarse Ángel pero a ti te consta que Miguel, que dice trabajar en un
cuerpo policial pero resulta que es peluquero autónomo, que dice tener una
carrera universitaria pero comete más faltas ortográficas que el más tonto de
la clase (y no es excusa el lenguaje sms), que dice haber sido papa a través de
un vientre de alquiler, pero tú sospechas que se ha estudiado cuál es el
proceso, ha ido a Toys "R" Us y se ha comprado un Nenuco que mea y caga,
que no tiene móvil propio pero hace 5 años vendía cachorros de yorkshire por
Internet, siendo su número de contacto el mismo que el actual, y que no se
plantea una relación estable por cuestiones delirantes varias. Por todo ello,
el polígrafo determina que miente.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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