Durante más de 20 años los medios de comunicación les han dado la espalda, a pesar de ser uno de los grupos que más discos ha vendido en España. Tras la marcha de Miguel Ángel Cabrera, teclista de la banda, en marzo de este año, el trío pasó a ser dúo y ahora que afloran los trapos sucios, los diarios hablan de "guerra" en Camela con declaraciones cruzadas entre el ya ex miembro y el vocalista Dioni Martín. Ahora sí que interesan. Nada es para siempre, y el desamor característico de sus letras lo protagonizan desavenencias durante una década que han acabado en ruptura sin vuelta atrás.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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