No me gustan los pasillos. No me gusta el pasillo asimétrico de mi piso,
al que no puedo darle utilidad. No me gustan los interminables pasillos
del metro. No me gusta perderme en los pasillos del supermercado, cuyos
lineales van cambiando por una burda estrategia de marketing. No me
gustan los pasillos verde insipido del hospital. Pasillos en los que te
dan malas noticias, comprimidas en treinta segundos, con vocablos que no
entiendes. Pasillos deshumanizados, donde eres un simple número.
Pasillos en un hábitat que no controlas, en el que te sientes
desprotegido... Un lugar que no hubieras querido pisar. No me gustan los
pasillos. No me gusta esa "pieza de paso, larga y
angosta, de cualquier edificio".
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
Que no le puedes dar utilidad al pasillo? Invita a tu prima, y despues, de excursión al IKEA...y verás si lo aprovechas :p
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