Hay hechos que te hacen frenar. Que te distancian y hacen autoprotegerte. Nos hablan de la impermanencia: un proceso constante de nacimiento y destrucción. Pero ante un derrumbe, hay que volver a construir. Ladrillo a ladrillo. Pasito a pasito. Y es fácil echar la vista atrás. Y ves que algo ya no está. Antes y después. Ruptura como palabra del año. Más allá de la aceptación amorosa. Y poco a poco, eres consciente de que vuelves a circular. Mirando hacia atrás sólo de reojo. Vuelves a exponerte. Pero te conoces más. Y tienes más herramientas para manejar tu situación de vida. Pero hay elementos no reparables. Y no quieres aire contaminado. Con que se haya reciclado, te conformas.
Se llama Samiramis y lee las cartas en un bar de la calle de Ávila, cerca de las calles de prostitución del zaragozano barrio de Salamanca. El local, cutre, intenta reflejar un aire sirio que no va más allá de los dulces colocados en una vitrina, y de una pegatina con el nombre del país, cuyas letras están pintadas con los colores de la bandera. Es sábado por la mañana y la futuróloga tiene poca clientela. Mientras se espera, se pide en la barra algo para tomar, y se coge la vez. “La última es esa señora”, dice la camarera, muy maquillada, con jersey de cuello alto y foulard con estampado de leopardo, y gorro de lana en la cabeza. Samiramis es muy conocida en la ciudad, y frente a ella, y gracias al boca a boca, se sienta un público variopinto que ansía saber qué va a ocurrir en sus vidas. Pasados unos minutos, una amiga y yo estamos ya frente a la silla de la adivinadora. Por cierto, a punto de irnos. Son los nervios del momento. Observamos un cartel que prohíbe comer chicle, y otro q
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